¿Y si el verdadero problema es que nadie nos enseñó a tratar a las personas?
En toda mi formación como médico, nunca nadie me enseñó a conversar con un paciente. No me refiero a decirle qué medicamento tomar ni cómo cuidarse después de una lesión. Hablo de conversar de verdad: saber escuchar, entender su contexto, sus temores, sus motivaciones, su historia. Nada de eso. Lo que nos enseñaron fue a tratar condiciones. Pero tratar condiciones no es lo mismo que tratar personas. Y eso lo entendí demasiado tarde.
Sí, claro: en casos agudos o infecciosos, la distancia entre diagnóstico y resolución es corta. Das un antibiótico, das reposo, das indicaciones. Fin. Pero ¿qué pasa cuando eso no alcanza? ¿Qué pasa cuando lo que está enfrente no es una infección, sino un paciente con dolor lumbar persistente, que ya pasó por varios intentos fallidos, que tiene miedo de moverse, que no confía en su cuerpo? ¿Qué pasa cuando el tratamiento no es una receta, sino un proceso? Ahí es cuando la formación técnica se queda desnuda.
Y ahí es cuando comencé a cuestionarme. Porque si nuestra profesión se supone que está centrada en la salud de las personas, ¿por qué nunca nos enseñaron a estar con las personas? Yo salí de la carrera sin saber cómo escuchar, sin saber cómo hacer una pregunta que no fuera cerrada, sin saber cómo acompañar a alguien en el proceso de cambio. Y lo más fuerte de todo: terminé la especialidad en medicina del deporte… y seguía sin saberlo. Después de 10 años de formación académica, nadie me había hablado de empatía, de conversación centrada en la persona, de cambio de comportamiento, de cómo identificar una barrera percibida, una creencia limitante, una señal de ambivalencia. Nada. Como si esas cosas no fueran relevantes. Como si bastara con saber la dosis correcta del medicamento. Pero un día empecé a atender en consulta privada. Y ahí se acabó el libreto. Porque ya no bastaba con llenar reportes, hacer mediciones y entregar recomendaciones. La persona que estaba sentada frente a mí no necesitaba saber qué hacer. Necesitaba sentir que podía hacerlo. Y para eso, yo no estaba preparado. Y ahí empezó todo.
Empecé a leer sobre coaching. Me certifiqué. Me capacité en modelos de cambio de comportamiento, en teoría de la autodeterminación, en tipos de metas, en la importancia de la autonomía y la disposición. Empecé a cambiar cómo hablaba. Cómo escuchaba. Cómo preguntaba. Incluso cómo callaba. Todavía recuerdo a un profesor que se rió cuando le conté que estaba tomando cursos de coaching. “Eso no sirve para nada”, dijo. Hoy le respondería con respeto, pero con firmeza: tu conocimiento técnico es admirable, pero tus habilidades para tratar con personas están por debajo del suelo. Porque una cosa es saber mucho. Otra muy distinta es saber acompañar. Desde entonces, les dejo trabajos adicionales a mis alumnos fuera del programa académico. Les pido que indaguen, que se salgan del manual, que lean sobre modelos de cambio. Porque si el sistema no los va a preparar para escuchar, al menos que alguien los invite a hacerlo. Y fue justo en ese contexto que me encontré con este estudio. Y no pude evitar querer compartirlo. Porque toca una fibra que llevamos ignorando demasiado tiempo. Porque pone sobre la mesa la importancia de algo que todos sabemos… pero que casi nadie entrena. Y porque, si eres profesional de la salud y alguna vez te has sentido frustrado porque tus pacientes no siguen tus indicaciones, este artículo puede ayudarte a replantear la pregunta. Tal vez no es que no quieran cambiar. Tal vez es que no estamos sabiendo cómo acompañarlos
Y entonces me encontré con este estudio. Y no pude soltarlo.
Me atrapó porque no hablaba de dispositivos nuevos, ni de técnicas sofisticadas, ni de avances tecnológicos. Hablaba de algo mucho más simple y, a la vez, mucho más olvidado: la forma en que nos comunicamos con las personas que atendemos. En concreto, evaluaron un programa llamado MECC Healthy Conversation Skills, diseñado para enseñarle a fisioterapeutas cómo tener mejores conversaciones con sus pacientes. Pero no mejores por tener más información, sino mejores por tener más humanidad. Más preguntas abiertas. Más escucha. Más presencia. Más claridad para acompañar a alguien en el proceso de cambio sin imponerle el camino.
Y eso fue lo que más me gustó: que no se quedaron en la intención o en el discurso bonito. Lo midieron. Evaluaron qué tanto cambiaban esas habilidades en la práctica. Observaron cómo respondían los fisioterapeutas antes de la capacitación, justo después y seis meses más tarde. Les presentaron escenarios con frases típicas de pacientes —“sé que debería moverme más, pero no tengo energía”, o “me cuesta comer mejor con el ritmo que tengo”— y analizaron qué hacían con eso: si daban respuestas cerradas, si instruían, si desviaban la conversación… o si lograban hacer espacio, explorar, devolver el control a la persona. Lo que encontraron fue claro: después del entrenamiento, los fisioterapeutas empezaron a responder distinto. No solo sabían más sobre cómo ayudar a otros a cambiar, sino que cambiaron ellos mismos la forma de relacionarse con los pacientes. Cambiaron el tono, el tipo de preguntas, el enfoque desde el que sostenían la conversación. Dejaron de querer resolver todo en una frase, y empezaron a acompañar mejor los procesos.
Pero hubo un dato que me sacudió más que todos los demás. La mayoría de estos profesionales ya sabían, desde antes del curso, que el cambio de hábitos era importante. Lo sabían bien. No era eso lo que les faltaba. Lo que faltaba era sentirse competentes para ayudar. Faltaba la confianza, las herramientas, la práctica. Faltaba el “cómo”. ¿Cuántas veces nos pasa eso?: sabemos qué se necesita, sabemos que deberíamos hablar más con el paciente, acompañarlo mejor, profundizar… pero no sabemos por dónde empezar. Así que hacemos lo de siempre. Educamos. Informamos. Recomendamos. Hablamos mucho… y escuchamos poco. Le damos al paciente una lista de cosas que “tiene que hacer”, pero ninguna herramienta para que se sienta capaz de empezar. Al final, se va con indicaciones bien intencionadas… pero sin una estrategia para sostenerlas. Ahí entendí que el problema no es la falta de conocimiento técnico. Es la falta de conexión. Y que esa brecha no se cierra con más datos, sino con mejores conversaciones.

Lo interesante es que no todas las habilidades entrenadas mejoraron por igual.
Los fisioterapeutas se volvieron mucho más hábiles en preguntar mejor, en escuchar más, en reflexionar sobre su propia práctica clínica. Pero hubo una habilidad que no terminó de consolidarse del todo: el establecimiento de metas SMARTER. No porque no la entendieran, sino porque —según reportaron ellos mismos— muchas veces simplemente no había tiempo suficiente en consulta para hacerlo con calma.

Puntajes promedio en habilidades evaluadas antes, después y seis meses después del entrenamiento MECC HCS
Habilidad | Antes del entrenamiento | Después del entrenamiento | 6 meses después |
---|---|---|---|
ODQs (respuestas orientadas a la persona) | 2.1 | 3.7 | 3.5 |
Escucha activa | 2.4 | 4.0 | 3.8 |
Reflexión sobre la práctica | 2.2 | 3.9 | 3.7 |
Metas SMARTER | 1.9 | 2.6 | 2.5 |
Esto me parece importante subrayarlo: no basta con querer cambiar. Tampoco basta con capacitarse. Si el entorno clínico sigue premiando la velocidad por encima de la calidad del encuentro, si cada consulta está tan comprimida que no hay espacio para detenerse ni un minuto a explorar, entonces sí… acompañar a la persona de forma genuina puede sentirse como un lujo. O incluso como un acto de resistencia. Cuando se les preguntó qué pensaban sobre el entrenamiento, la mayoría de los fisioterapeutas lo consideraron valioso, útil y totalmente aplicable a su práctica. Dijeron que sentían que mejoraba su manera de acompañar a los pacientes. Pero también dijeron algo más: que, aunque querían seguir aplicándolo, había días donde el sistema no lo permitía. Que entre la presión asistencial, la carga de trabajo y la inercia del día a día, a veces era difícil recordar cómo sostener ese tipo de conversaciones.
Opinión de los fisioterapeutas sobre el entrenamiento MECC HCS
Afirmación | Porcentaje que estuvo de acuerdo |
---|---|
El entrenamiento fue relevante y aplicable a la práctica clínica | 94% |
Las habilidades son éticas y centradas en el paciente | 96% |
El entrenamiento aumentó mi conciencia sobre cómo me comunico con los pacientes | 91% |
He usado estas habilidades en mi práctica desde que terminó el curso | 85% |
Aun así, seis meses después, muchos seguían utilizando las herramientas aprendidas. Quizá no siempre, quizá no con todos los pacientes, pero el hecho de que lo intentaran, de que lo mantuvieran en el radar, de que la experiencia les hubiera cambiado algo por dentro… para mí, eso dice mucho. Cuando un profesional cambia su manera de hablar, de escuchar, de estar con el otro, también cambia la forma en la que el paciente se siente tratado. Y ahí, justo ahí, es donde puede comenzar algo distinto.
¿Y ahora qué hacemos con esto?
Podríamos seguir actuando como si todo dependiera del nivel educativo del paciente. Como si bastara con explicar. Como si el que no cambia es porque no quiere. Podríamos seguir culpando al otro por no hacer lo que nosotros creemos que “debería hacer”. O podríamos aceptar que una parte del problema es que a nosotros nunca nos enseñaron a acompañar ese cambio. Este estudio no habla de fórmulas mágicas. Habla de preparación, de presencia, de humanidad. Habla de hacer espacio en la práctica clínica para que el paciente no solo reciba instrucciones, sino que también sienta que puede tomar decisiones. Porque, al final del día, tratar enfermedades es parte de nuestra tarea. Pero tratar personas debería ser el centro. Si esto te incomoda un poco… tal vez es porque algo de esto te resuena. Si te resuena, entonces esta es una buena noticia: es el mejor momento para empezar a cambiarlo. Porque quizá —y solo quizá— el problema no es que tus pacientes no quieran mejorar. Quizá es que todavía no hemos aprendido cómo acompañarlos a hacerlo.
Dig Deeper
Parchment A, Lawrence W, Rahman E, Townsend N, Wainwright E, Wainwright D. Increasing confidence and competence in supporting behaviour change in physiotherapy practice using Making Every Contact Count Healthy Conversation Skills: a before and after evaluation. BMC Health Serv Res. 2025 Jun 4;25(1):797. doi: 10.1186/s12913-025-12513-2. PMID: 40468316.
Dr. Juan Manuel Jerezano Mora
Medicina de la Actividad Física y Deporte
CNC | CPT - NASM
Fundador de MuscleMind Academy e Hipertro.Fit